martes, 1 de julio de 2008

El pecado de disentir

Por Cledis Candelaresi
El mismo día que el dirigente ruralista Alfredo De Angeli fue retirado de la ruta por la Gendarmería, una manifestación de productores agropecuarios recorrió tras apagón y a puro bocinazo las calles de la cordobesa San Francisco. El destino del escrache fue la casa de Carlos Armando, el agricultor que ganó notoriedad confesando que el campo, en esa rica región de la pampa húmeda, gana buena plata, aun con una suba de las retenciones. Los Audi y los Mercedes Benz que integraban la caravana de escrachadores, varios pertenecientes a adineradas familias del lugar, sirvieron para reafirmar sus convicciones y lo animaron a seguir defendiéndolas en público. De inmediato vino la otra embestida: bajo la consigna “vamos a fundirlo”, los “democráticos” grandes productores comenzaron a mejorar las ofertas a los propietarios de la decena de campos que alquila Armando, cuyo deseo es debatir con De Angeli.
Para Armando las cuentas son sencillas. Muchos sembraron con la soja a 650 pesos la tonelada y hoy “con 900, ganan igual”. Claro que menos que si la hubieran vendido los primeros días de marzo, cuando el valor de ese cultivo rozó los 1200 pesos: al igual que muchos de sus colegas, él mismo había acopiado esperando un precio aún mayor y hoy contabiliza 300 mil pesos “menos de ganancia” por esa maniobra especulativa. Pero, aun así, asegura que los números cierran, y bien.
Otra pauta es que el trigo, cultivo propio de la temporada invernal, está hoy a 220 dólares la tonelada, un valor record. Esto lo reconocerían los propios ruralistas de la zona, que sólo esperan la lluvia para tirar la semilla, animados por esos valores. En términos de quintales, la cuenta para Armando también cierra. “Producir soja cuesta 7 quintales por hectárea y por año pero, con el nivel de retención actual, recaudamos 30. Alcanza para cubrir cómodos el aumento de los costos”.

Fuente:Página 12

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